En medicina, algunos fármacos cambian vidas sin ser conocidos. Uno de ellos es el rituximab, clave contra ciertos cánceres y enfermedades autoinmunes.
Rituximab es un anticuerpo que elimina los linfocitos B, ayudando a tratar ciertos cánceres y enfermedades autoinmunes.
Por Abigail Sanchez
10/06/2025
Descubierto en los años 90, el rituximab fue uno de los primeros fármacos en abrir paso a la era de la inmunoterapia, una forma de tratamiento que no ataca directamente a las células como la quimioterapia tradicional, sino que activa o modifica el sistema inmunológico del propio paciente para combatir la enfermedad.
Rituximab es un anticuerpo monoclonal, es decir, una proteína diseñada en laboratorio para un blanco muy específico: la molécula CD20, que se encuentra en la superficie de ciertos glóbulos blancos llamados linfocitos B. Estas células pueden volverse malignas en algunos tipos de cáncer, o funcionar de forma anormal en enfermedades autoinmunes.
Inicialmente aprobado para tratar el linfoma no Hodgkin, pronto su uso se amplió a otras enfermedades como:
Leucemia linfocítica crónica (LLC)
Linfoma de células del manto
Artritis reumatoide
Granulomatosis con poliangeítis (una enfermedad inflamatoria de los vasos sanguíneos)
Síndromes nefróticos resistentes en niños y adultos
Algunos casos de púrpura trombocitopénica inmune (PTI)
En oncología, rituximab se utiliza con frecuencia como parte de esquemas combinados con quimioterapia, como el clásico R-CHOP, especialmente eficaz en linfomas agresivos.
Este medicamento se une al CD20 y marca a las células B para que el sistema inmune las destruya. Esta estrategia no solo elimina células cancerosas, sino también las células B defectuosas que generan inflamación crónica en enfermedades autoinmunes. El resultado es una disminución de la enfermedad y, en muchos casos, la remisión de los síntomas.
Rituximab actúa eliminando linfocitos B anormales, claves en algunos tipos de cáncer y trastornos autoinmunes.
Como todo medicamento potente, el rituximab no está exento de efectos secundarios. Aunque muchos pacientes lo toleran bien, es importante estar informado. Los más frecuentes incluyen:
Reacciones durante la infusión: fiebre, escalofríos, dificultad para respirar, presión baja. Suelen ocurrir con la primera dosis y se controlan con medicamentos premedicadores (antihistamínicos y corticosteroides).
Infecciones: debido a que elimina células del sistema inmune, aumenta el riesgo de infecciones respiratorias, herpes zóster o hepatitis B reactivada (para ello se hace un despistaje antes de empezar).
Fatiga, náuseas y dolor de cabeza leves.
Disminución de glóbulos blancos (linfopenia): puede durar varios meses, pero generalmente se monitoriza con análisis regulares.
Rituximab ha salvado miles de vidas y sigue siendo uno de los pilares del tratamiento moderno en hematología y reumatología. No es un medicamento “milagroso”, pero ha cambiado el pronóstico de enfermedades que antes eran difíciles de tratar.
Como siempre, su uso debe estar supervisado por un especialista, con un esquema individualizado y monitoreo constante. En manos expertas, el rituximab puede marcar la diferencia entre una enfermedad crónica y una vida en remisión.