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Informativo

Prevención del melanoma

siete errores que debemos evitar

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Examen fisico en paciente con melanoma

Por Ariel Amaru

06/05/2025

El melanoma es el tipo de cáncer de piel más agresivo y mortal, a pesar de que representa solo alrededor del 1% de todos los cánceres de piel. A diferencia de otros cánceres cutáneos, el melanoma puede diseminarse rápidamente a otros órganos si no se detecta a tiempo. Por eso, su prevención es fundamental. Estudios dermatológicos advierten que basta con haber sufrido unas pocas quemaduras solares intensas en la juventud para aumentar drásticamente el riesgo de melanoma. Por ejemplo, la Academia Americana de Dermatología (AAD) señala que cinco o más quemaduras solares con ampollas entre los 15 y 20 años incrementan el riesgo de melanoma en un 80%. En otras palabras, un historial de quemaduras solares repetidas prácticamente duplica la probabilidad de desarrollar este cáncer.

A continuación, explicaremos brevemente qué es el melanoma, cómo se origina y cuáles son sus factores de riesgo, para luego desarrollar los siete errores más comunes que debemos evitar para reducir al máximo las posibilidades de padecer esta enfermedad.

¿Qué es el melanoma?

El melanoma es un cáncer maligno de los melanocitos, las células de la piel que producen el pigmento (melanina) que nos da el color de la piel. Puede aparecer como un lunar nuevo o a partir de un lunar preexistente que cambia de aspecto. Es menos frecuente que otros cánceres de piel (como los carcinomas basocelular y espinocelular), pero es mucho más peligroso debido a su alta capacidad de invasión y metastasis. En términos simples, el melanoma se desarrolla cuando los melanocitos sufren daños en su ADN y comienzan a proliferar sin control, formando un tumor maligno. Si no se detecta en etapas iniciales, el melanoma puede crecer en profundidad e invadir vasos sanguíneos o linfáticos, diseminándose a ganglios y órganos vitales. Por eso es responsable de la mayor parte de las muertes por cáncer de piel a nivel mundial, a pesar de su menor incidencia.

¿Cómo se desarrolla el melanoma?

La principal causa ambiental del melanoma es la radiación ultravioleta del sol (y de fuentes artificiales como cabinas de bronceado). La radiación UV penetra en la piel y daña el ADN de las células cutáneas, provocando mutaciones genéticas. El cuerpo tiene mecanismos de reparación, pero cuando el daño es excesivo o repetido, algunas mutaciones pueden persistir. Con el tiempo, la acumulación de este daño genético puede desencadenar el crecimiento descontrolado de melanocitos anormales que da lugar al melanoma. Tanto los rayos UVA (asociados al bronceado y al fotoenvejecimiento) como los UVB (asociados a las quemaduras solares) pueden causar estos daños. De hecho, no existe algo así como un “bronceado seguro o saludable”: el bronceado es en sí mismo una respuesta de la piel al daño UV y evidencia de que ha ocurrido una lesión en el ADN celular. Las investigaciones muestran que la exposición que produce bronceado contribuye al desarrollo del melanoma. Este proceso de transformación maligna es cumulativo y prolongado: el daño se va acumulando y el cáncer puede tardar años en manifestarse, incluso pudiendo originarse a partir de quemaduras solares ocurridas en la niñez. Por eso es tan importante proteger la piel desde edades tempranas, ya que las quemaduras sufridas en la infancia aumentan especialmente el riesgo de melanoma en la adultez.

Factores de riesgo del melanoma

Además de la radiación UV, existen otros factores que elevan la susceptibilidad a melanoma. Cualquier persona, independientemente de su tono de piel, puede desarrollar cáncer de piel, pero el riesgo es mayor en quienes tienen piel clara, ojos claros, cabello rubio o pelirrojo y pecas, ya que cuentan con menos melanina (el pigmento protector). Historiales de exposición solar intensa o prolongada, especialmente si resultaron en quemaduras con ampollas en la infancia o adolescencia, aumentan significativamente el riesgo. El uso de camas de bronceado o lámparas solares contribuye de igual forma a ese daño acumulativo. Tener antecedentes familiares de melanoma o haber padecido previamente algún cáncer de piel (melanoma u otro) también incrementa el riesgo personal. Asimismo, las personas con muchos lunares (especialmente lunares grandes o atípicos) presentan mayor probabilidad de melanoma, ya que aproximadamente 20–30% de los melanomas surgen de un lunar preexistente. Por último, tener el sistema inmunológico debilitado (por enfermedades como el VIH, tratamientos inmunosupresores post-transplante, quimioterapia, etc.) reduce la capacidad de reparar el daño celular y vigilar la aparición de tumores, aumentando la incidencia de melanoma. Identificar estos factores de riesgo nos permite extremar las medidas de precaución en quienes los presentan.

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Incidencia y mortalidad del melanoma en el mundo

En las últimas décadas, la incidencia de melanoma ha ido en aumento a nivel global. Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2022 se diagnosticaron aproximadamente 330.000 casos nuevos de melanoma en el mundo y cerca de 60.000 personas fallecieron por esta enfermedad. La distribución no es uniforme: las poblaciones de piel clara en regiones con alta radiación UV (como Australia, Nueva Zelanda, Europa del norte y América del norte) presentan las tasas más elevadas, mientras que es menos frecuente pero no inexistente en poblaciones de piel más oscura. Globalmente, el melanoma tiende a afectar ligeramente más a los hombres que a las mujeres, y a menudo aparece a edades más tempranas que otros cánceres (es uno de los cánceres más comunes en adultos jóvenes). Las tendencias epidemiológicas son preocupantes: si las tasas actuales se mantienen, se proyecta que para el año 2040 la carga anual alcance unos 510.000 nuevos casos y 96.000 muertes por melanoma en el mundo. Esta creciente incidencia hace imprescindible reforzar las campañas de concientización y prevención. Afortunadamente, como ya mencionamos, la gran mayoría de melanomas pueden evitarse con medidas efectivas de protección solar y educación, especialmente enfocadas en corregir hábitos incorrectos.

 

Siete errores que debemos evitar para prevenir el melanoma

1. Pensar que es posible broncearse de forma segura

Muchas personas creen en el mito del “bronceado seguro” o que tomar sol sin quemarse es inofensivo. Esto es falso. Cualquier bronceado es una señal de daño en la piel: la pigmentación aumentada ocurre porque la radiación UV ha agredido las células y estas producen más melanina como defensa. Pero esa protección es mínima y no evita el daño acumulativo en el ADN.

Recuerda que cada vez que tu piel se broncea es porque ha sufrido lesiones; acumuladas con el tiempo, estas pueden derivar en arrugas prematuras, manchas e incluso melanoma. Prioriza una piel sana antes que bronceada.

2. Confiar en que el protector solar ofrece protección total

El uso de protector solar es fundamental en la prevención, pero creer que la crema solar nos vuelve “invencibles” bajo el sol es un error peligroso. Ningún filtro solar bloquea el 100% de la radiación UV. De hecho, los protectores solares no filtran toda la radiación ultravioleta perjudicial, especialmente la que puede provocar melanoma. Por ejemplo, un protector de factor alto (FPS 50+) puede bloquear la mayor parte de los rayos UVB (causantes de quemadura) pero quizás deje pasar más rayos UVA (que penetran más profundo y contribuyen al melanoma). Además, la protección depende de aplicarlo correctamente (cantidad suficiente, 20-30 minutos antes de la exposición) y de reaplicarlo cada 2 horas o después de nadar o sudar.

Usa siempre un protector solar de amplio espectro (que cubra UVA y UVB) de FPS 30 o superior, pero complementa su uso con otras medidas: buscar sombra, usar ropa de manga larga, sombrero de ala ancha y gafas de sol. Aún con filtro solar, evita exponerte en las horas de mayor radiación UV (mediodía).

3. No usar protector solar por tener piel oscura o estar ya bronceado

Otro error frecuente es suponer que, por tener piel morena oscura o por ya estar bronceado, no es necesario usar protección solar. Si bien la pigmentación brinda cierto resguardo (las pieles más oscuras tienen menor incidencia de melanoma que las muy claras), ningún tono de piel es inmune al cáncer. La propia American Academy of Dermatology destaca que las personas de todos los colores, incluidas aquellas con piel marrón o negra, pueden padecer cáncer de piel, incluso si nunca han sufrido una quemadura solar. La realidad es que las pieles oscuras también pueden dañarse con la radiación UV y desarrollar melanoma, muchas veces en zonas donde no nos fijamos por asumir que “no toman sol”. De hecho, en personas de tez más oscura el melanoma con frecuencia aparece en áreas con poca exposición solar – por ejemplo, las palmas de las manos, plantas de los pies, debajo de las uñas o mucosas – y por ello suele diagnosticarse más tarde, cuando está avanzado. Un caso histórico es el del músico Bob Marley, cuyo melanoma se originó bajo una uña del pie. 

Todas las personas, sin excepción, deben proteger su piel del sol. Aunque tu piel no se queme fácilmente o ya tenga color, aplica fotoprotector en las zonas expuestas. Presta atención a las zonas donde raramente te fijas – plantas, palmas, cuero cabelludo, debajo de uñas – especialmente si notas alguna mancha o cambio inusual. Y si tienes piel muy oscura, no caigas en la falsa confianza: ama tu piel y protégela.

4. Usar el protector solar del año anterior (caducado)

Es común guardar la botella de protector solar de un verano para el siguiente. Sin embargo, utilizar protectores solares vencidos o abiertos desde el año anterior es un error que reduce la efectividad de la protección. Los filtros UV de las cremas se degradan con el tiempo, especialmente si el envase ha estado expuesto al calor, al sol en la playa o mal cerrado. La mayoría de los protectores solares tiene una vida útil de alrededor de 12 meses una vez abierto. Después de ese periodo, la fórmula empieza a perder potencia. Un protector solar vencido no te protege – no vale la pena arriesgarse a un daño cutáneo por aprovechar un resto de crema.

5. Bajar la guardia si el día está nublado o con brisa

Hay quien solo se preocupa de la protección solar en días despejados y soleados, pero relajarse en días nublados, frescos o ventosos es un error. Aunque no lo percibamos igual, una cantidad significativa de rayos UV atraviesa las nubes. De hecho, hasta el 80% de la radiación UV puede traspasar la nubosidad o la neblina. Por eso es totalmente posible quemarse en un día encapotado. El viento fresco, por su parte, puede dar una falsa sensación de seguridad al refrescar la piel: uno no siente calor y cree que “no se está quemando”, cuando en realidad el daño solar sigue ocurriendo. 

6. No usar gafas de sol (creer que son innecesarias)

La protección ocular suele pasarse por alto. Mucha gente no utiliza gafas de sol con filtro UV, o las ve como un accesorio cosmético opcional. Este descuido es un error: los ojos y la delicada piel que los rodea también sufren con la radiación ultravioleta. Los rayos UV pueden causar daño ocular, incluyendo cataratas y cáncer en los párpados. Además del carcinoma de párpado, existe el melanoma ocular (en la retina o úvea) que, si bien es menos común, puede ser muy agresivo. 

 Protege tus ojos igual que proteges tu piel. Usa gafas de sol de buena calidad con 100% filtro UV (UVA y UVB) cada vez que estés bajo el sol, no solo en la playa sino al conducir, pasear, hacer deporte al aire libre, e incluso en invierno si hay alta luminosidad. Asegúrate de que las gafas tengan certificación UV (no todas las lentes oscuras lo tienen; las certificadas indican “UV400” o similar). Para quienes usan lentes de fórmula, existen lentes fotocromáticas o tratamientos antirreflejo con filtro UV.

7. Creer que la crema after-sun repara los daños de la piel

Después de tomar sol y especialmente si uno se ha quemado, es común aplicar productos post-solares (after-sun) o cremas hidratantes con la idea de “calmar y reparar” la piel. Si bien estos productos ayudan a aliviar el enrojecimiento, refrescan e hidratan la piel reseca, atribuirles la capacidad de revertir el daño celular del UV es un error. Ninguna loción tópica puede deshacer las mutaciones en el ADN de las células causadas por la radiación. El after-sun ayuda a tu piel a sentirse mejor, pero no puede borrar los errores: la verdadera prevención es no quemarse.

Conclusiones

Prevenir el melanoma es un objetivo al alcance de todos mediante hábitos sencillos pero consistentes. Como hemos visto, errores comunes – desde buscar un bronceado “saludable” hasta descuidar la protección en días nublados – pueden aumentar innecesariamente nuestro riesgo frente a un cáncer potencialmente mortal. Por el contrario, adoptar una cultura de fotoprotección (uso diario de protector solar, ropa adecuada, evitar horas pico de sol, no usar camas de bronceado, etc.) tiene un enorme impacto en reducir nuevos casos. Organismos internacionales como la OMS y academias dermatológicas insisten en que la mayoría de melanomas se pueden evitar. Además, la detección temprana salva vidas, por lo que educarnos sobre los signos de alarma (regla ABCDE de los lunares, por ejemplo) y realizar controles dermatológicos periódicos es igualmente importante – aunque eso excede el foco de este artículo sobre prevención primaria. En definitiva, protegerse del sol no significa renunciar a disfrutar al aire libre, sino hacerlo de manera inteligente. Siguiendo estos consejos y evitando los “siete errores” descritos, podemos reducir significativamente el riesgo de melanoma y otros cánceres de piel, manteniendo nuestra piel más sana y joven a lo largo de los años. La piel tiene memoria: cada cuidado cuenta, y nunca es tarde para empezar a cuidarla mejor.

Fuentes consultadas: Organizacion Mundial de la Salud (IARC/OMS), Academia Americana de Dermatología, Fundación contra el Cáncer de Piel, Mayo Clinic, American Cancer Society, publicaciones científicas en JAMADermatology y otras revistas de oncología. Las recomendaciones aquí recopiladas se basan en evidencia científica y en las pautas divulgadas durante la campaña de prevención del melanoma (mayo) por expertos en dermatología oncológica, con el fin de brindar información confiable y útil para el público general sobre cómo prevenir este cáncer.