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ARIEL AMARU CALZADA: BOLIVIANO HALLÓ GEN QUE INCIDE EN UN TIPO DE CÁNCER

Fue reconocido por la Sociedad Americana de Hematología, en EEUU, por descubrir una cura experimental para un tipo de cáncer en la sangre. En Bolivia le costó conseguir empleo, pero logró inaugurar la unidad más moderna y especializada de oncología del país, en El Alto

Con las puertas del éxito profesional abiertas en Italia, el médico oncólogo con doctorado (PH. D.) en oncohematología, Ariel Amaru Calzada (33) retornó para arraigarse en su país, junto a su esposa y sus dos hijos. Hace poco más de un mes fundó, junto a un equipo de jóvenes y ambiciosos profesionales, la unidad de oncología más moderna y especializada del país, en la Clínica Fides, en la ciudad de El Alto. 

Su investigación para el doctorado en la Universidad de Milán-Bicocca lo llevó al descubrimiento del gen (NFE2), involucrado con un tipo de cáncer en la sangre denominado neoplasia mieloproliferativa, que hace que la médula ósea produzca plaquetas, células rojas y blancas en exceso. 

Amaru investigó por tres años con un medicamento a base de proteínas de nombre Givinostat, logrando revertir la mutación de ese gen específico y derivando en una cura en etapa experimental. En la última fase de la prueba debe aplicarse a más de 200 personas para que después de su aprobación pueda ser certificado para su prescripción. El proceso dura siete años y actualmente se encuentra en su quinto año de prueba, con una efectividad del 50%. 

La neoplasia mieloproliferativa es una enfermedad que se presenta sobre todo en personas mayores de 50 años y en ocasiones se confunde con poliglobulia o leucemia, por el aumento de los elementos de la sangre. Sin embargo, se diferencia en que es crónica, es decir que puede tardar en colapsar el organismo entre tres y cinco años, a diferencia de la leucemia, que mata a niños y adultos con fiebres severas en cuestión de semanas.

Antes de retornar a La Paz y ser rechazado por los jefes médicos de varias clínicas prestigiosas, el doctor Amaru trabajaba en el hospital Papa Giovanni XXIII, en el que le ofrecieron una mejora salarial si se quedaba. Contaba en su currículum, además, con un reconocimiento de la Sociedad Americana de Hematología de EEUU (2014) y su trabajo ya era referencia obligatoria para investigadores de Europa o China.

“Me cerraron las puertas porque me consideraban una competencia. Es triste, pero no me valoraron por el aporte que podía hacer, solo pensaban en que quería quitarles sus pacientes”, desvela el especialista boliviano durante la entrevista.  

 ¿Por qué regresar si se tiene un trabajo en el exterior?

Fue una decisión que tenía desde el principio. Estudiar, capacitarme y regresar. Como todo joven, tengo la ambición de aportar a mi país y creo ser útil en una especialidad de la que tenemos un déficit. El cáncer requiere un diagnóstico preciso y tratamiento adecuado, pero no tenemos ni laboratorios ni médicos especializados. Los pacientes están abandonados, porque no hay quien los trate o incluso los diagnostique. 


¿Cuáles son las falencias que identifica en el sistema de salud respecto al cáncer?
Nos estamos volviendo una isla en Sudamérica, porque países como Uruguay, Chile o Perú están dando pasos importantes en prevención y tratamiento del cáncer. En cambio, en Bolivia, tenemos el concepto atrasado de que el cáncer no se cura. La mitad de los tumores de cáncer llega a curarse. Por ejemplo, el cáncer de cérvix uterino tiene una tasa muy alta con relación al resto del mundo. Es por la falta de prevención. Al igual que el cáncer de mama, de próstata y de colon, que pueden prevenirse con información y una mejor alimentación. Si no revertimos esta situación, el número de casos se va a duplicar y vamos a ingresar en una crisis en el sistema sanitario.

 

¿Y cómo fue el recibimiento de sus colegas?

Fui a instituciones grandes para trabajar y me cerraron las puertas, porque me consideraban una competencia. Es lo lamentable, que no vieron el aporte que podía hacer. Eso me sucedió en varias instituciones. Pero el padre (Eduardo) Pérez se interesó. Vio la necesidad de crear un centro oncológico y me dio la oportunidad junto a otros profesionales recién llegados de estudiar y especializarse en México, Perú y Argentina, entre otros países. Es paradójico, sí, que estemos en El Alto y que desde aquí ofrezcamos al paciente atención y tecnología acorde con los estándares de Europa o Estados Unidos.

 

¿Cuál es su objetivo?

Junto a mi equipo queremos consolidar una unidad oncológica integral. Llevamos cinco semanas de inauguración y la afluencia de pacientes es mayor de lo esperada, por lo que estamos en fase de ampliación. Creo sin exagerar que somos la clínica más especializada y moderna. La inversión ascendió a más de $us. 4 millones.  

 

¿Por qué dice que su unidad es la más especializada?

En Bolivia existe el concepto del oncólogo que lo hace todo. En otros países ya no existe. Los oncólogos son subespecialidades. En nuestra clínica somos 10 profesionales que cubrimos diferentes tipos de tumores. Desde radioterapia oncológica, clínica de mamas, clínica genital, neuro oncología, sicooncología y traumatología oncológica, entre otras. 

 

¿Qué contraste es más evidente entre la medicina en Bolivia y la de Europa o Estados Unidos? 
Son mundos diferentes. En EEUU se invierten millones en investigación, igual en Europa. En Bolivia, el Estado no invierte en investigación. En el exterior se habla de la terapia biológica o medicamentos inteligentes, que son aquellos que matan solo las células malas y evita la caída del cabello, vómitos y otros efectos negativos de una quimioterapia.

 

En ese sentido, ¿qué aspectos cambiaría en la formación profesional?  

En el exterior se incentiva la investigación desde el ingreso a la universidad. En posgrado no se leen libros. No son útiles. Se leen revistas con artículos publicados hace pocos días, porque se considera que el conocimiento está en constante cambio. Menos biblioteca y más revistas de investigación. 

 

¿Se trabaja en la parte emocional del paciente?  

Nuestra unidad cuenta con una sicooncóloga que trabaja no solamente con el paciente, sino también con la familia. Cuando un miembro de la familia se enferma, por decirlo de alguna manera, se enferman todos. Por eso se hacen grupos de apoyo. Cuando son jóvenes, se les hace entender que no están solos, que hay más gente como ellos.

¿Cuál es el paciente más joven y el de mayor edad?  
Nuestra unidad atiende a niños desde los dos años. El mayor de nuestros pacientes tiene 95 años. Es que el cáncer no discrimina género ni edad.

¿En qué etapa se encuentra su investigación y por qué no se quedó para finalizarla?  
Se encuentra en el quinto año de estudio, de los siete para su comercialización. Se comenzó probando con 20 personas y ahora se aplica a 200. Me envían los resultados vía mail. Me hubiera gustado terminarlo, pero no habría aportado mucho más. Como joven quiero trabajar y aportar a mi país con ideas y propuestas. 

 

 

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